¿De qué hablamos cuando hablamos de sostenibilidad?

El concepto de desarrollo sostenible fue mutando a lo largo de los años. Desde las primeras aproximaciones en 1974 hasta hoy, las Naciones Unidas y reconocidos autores, han pensado, modificado y ampliado el concepto. Para algunos, posible, y para muchos otros, una utopía y una contradicción.

La idea de un “desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias” fue bien recibida, aunque el propio concepto de “desarrollo” puede resultar controversial en su sentido esencial vinculado al “crecimiento” ya que los recursos naturales y espacios claramente resultan finitos. ¿Cómo enfrentar la necesidad de crecimiento económico para abastecer a todos los habitantes del planeta -población que sigue aumentando- sin chocar en algún momento con esa característica de finitud?

La expansión de las zonas urbanas, el incremento poblacional y la correspondiente presión por más bienes, servicios y productos agrícolas, la producción energética, han llevado a la rápida degradación ambiental, así como a la explotación excesiva de los recursos hídricos y terrestres y al retroceso de quienes más dependen de ellos para su salud, bienestar y medios de vida.

La economía global basada en el extractivismo de bienes naturales potencia una acelerada pérdida de especies y contribuye en gran proporción al cambio climático. Ambas crisis están conectadas, indefectiblemente.

El uso de la palabra “sostenibilidad” sigue siendo abusivo y mal aplicado, muchas veces vinculado con procesos que muy lejos están de alcanzar las definiciones consensuadas a nivel global. Este ejercicio se conoce en la jerga como “greenwashing” y es la práctica de hacer afirmaciones engañosas o sin fundamento sobre los beneficios ambientales de un producto, servicio o forma de producción. Muchas empresas utilizan el greenwashing para atraer a los consumidores conscientes que están dispuestos a pagar más por productos “ecológicos”. El greenwashing puede tomar muchas formas, incluidas declaraciones vagas, no verificables o falsas sobre los beneficios ambientales, el uso de certificaciones o premios irrelevantes, o la creación de empaques o publicidad engañosos. Puede ser difícil para los consumidores detectar esta práctica, ya que las empresas a menudo usan lenguaje o símbolos engañosos para hacer que sus productos parezcan más ecológicos de lo que son y los procesos de trazabilidad confusos o inexistentes.

Producción y sostenibilidad

Una gran parte del mundo de la producción adoptó rápidamente la idea de sostenibilidad. ¿Son universos compatibles? Sí, dependiendo del paradigma.

Para alcanzar la sostenibilidad en entornos productivos y conservar sus valores naturales, hay que garantizar el mantenimiento de la biodiversidad involucrada (reconocida como el indicador más importante), siendo además altamente recomendable trabajar en la restauración de territorios y/o poblaciones de especies silvestres perdidas o fuertemente afectadas. Hasta los países más capitalistas del mundo han entendido la necesidad de comenzar gradualmente un proceso de restauración de ambientes naturales de manera que no se vea comprometida la provisión de servicios ecosistémicos indispensables para los mismos procesos de producción.

Es indispensable trabajar en el reconocimiento de aquellas iniciativas productivas que logren estos estándares (hay ejemplos abundantes en el mundo), vinculando actores centrales como los gobiernos, los sistemas de comercio, los organismos académicos, las empresas y la ciudadanía. En efecto, el mundo va en esta dirección, en pocos años será difícil insertar nuestros productos en mercados nacionales o internacionales si no somos capaces de alcanzar estándares globales en materia de métodos de producción, y la correspondiente trazabilidad de los bienes producidos.

La transformación de ambientes naturales originarios será a corto plazo considerada como obstáculo para la sostenibilidad en particular cuando esa transformación atente contra la viabilidad y estabilidad a futuro de los ecosistemas bajo prácticas de producción.

La búsqueda de la sostenibilidad puede resultar agobiante y en buena medida frustrante, en un contexto en el que para los decisores resulta más atractivo permanecer en los sitios de confort y con metodologías ya “probadas”.

Se trata de un camino que implicará esfuerzos y cambios en nuestra forma de pensar y actuar, y que debería ser visto como una oportunidad para crear una sociedad más justa, equitativa y respetuosa con el medio ambiente del cual dependemos.

Como en tantas otras materias en las que caminamos con cierto atraso en relación al resto del mundo, el ambiente no es un problema que desvele a los argentinos. Nuestros candidatos a presidente no hablan de ello, curiosamente. Para muchos implica incluso un riesgo. ¿Por qué cuesta tanto situarse lejos de los extremos y entender que todas las formas de producción necesarias para nuestra existencia pueden llevarse a cabo en armonía con las normas ambientales vigentes?

Solamente el día que la materia ambiental pase a ser una cuestión de estado, y que las empresas entiendan que su productividad, imagen y futuro están ligados a prácticas ambientales, nos habremos encolumnado realmente en la senda de la sostenibilidad.

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