Añoranzas de Guardero

Autor
Yahel Lavorich

En un lugar no muy lejano a la cuenca carbonífera se encontraba Guardero y su amigo Elvis, el Macá Tobiano. Ambos caminaron un largo rato haciéndose preguntas.

-¿Por qué tienes cuerpo de guanaco y cabeza de cordero? – preguntó Elvis.

- Fue hace miles de años, yo era cacique de los tehuelches y me llamaba Yaten. En ese entonces, vivíamos de la caza y la pesca, disfrutando de nuestras tierras sin provocar algún impacto ambiental negativo. Hasta que un día vinieron viajantes desde muy lejos a desvalorizar nuestra cultura, diciendo mentiras y falsas promesas. Al ofrecerme una bebida desconocida pa mí consumí tanto que me convertí en guanaco con cabeza de cordero, haciéndome inmortal – le dijo con los ojos lagrimosos.
- ¡Vamos a comer calafates de esa planta! – Dijo Elvis tratando de cambiar el tema de conversación al ver tan consternado a su amigo.

Al llegar al arbusto del fruto violáceo se encontraron con su amigo Juan, el piche, que al verlos llegar se puso muy contento.

¡Qué bueno es volver a verlos! – exclamó Juan.
Lo mismo digo – contestó Guardero - ¿Qué es de tu vida?
Acá me ven, un poco engripado debido al clima de la región – dijo Juan - ¿Cómo anda tu madre, Elvis? – Agregó.
Ahí anda, bastante preocupada por la construcción de unas represas en nuestro Río Santa Cruz que nos afectarían muchísimo, a tal punto de que podríamos extinguirnos.
¡Qué falta de conciencia! – exclamó Guardero – En mi época de cacique no sucedía eso.

En ese momento, comenzó a soplar un fuerte viento que provenía del sudoeste, trayendo consigo un aroma que invitaba a soñar. Era el aroma inconfundible de los hermosos árboles de lenga y ñire, algunos de ellos con cientos de años que albergaban gran cantidad de aves entre sus copas.
¿Me acompañan hasta Río Gallegos? – preguntó Guardero.
Sí, claro – dijeron al unísono sus amigos.

Juntos se fueron cantando “Aoniken” (canción que habla sobre el cerro Chaltén); hasta donde partiría el tren cargado de carbón que se dirigía hasta la ciudad capital.
Durante el viaje no fue mucho lo que hablaron, debido a que se quedaron dormidos por ver tanta llanura. Al despertarse, se dieron cuenta de que el paisaje había cambiado su color. La imagen que vieron fue la de un paisaje blanco brillante por la gran cantidad de nieve que había caído en la ciudad capital.

Al llegar al centro de la ciudad se encontraron con una gran cortina de un denso humo negro que hacía contraste con el blanco de la nieve. El humo provenía de distintas manifestaciones de los ciudadanos que allí habitaban.
Al ver tal desastre los amigos decidieron emprender viaje hasta que dicho conflicto se solucione. Y sin más, dieron vuelta sobre sus pasos hasta llegar a la ruta donde conocieron a un bondadoso camionero que los condujo hacia la maravillosa cueva de las manos. En dicho viaje el camionero comenzó a contarles sobre el malestar de la gente por la posible construcción de unas minas a cielo abierto en una zona cercana a las cuevas.
Cuando los amigos llegaron a su destino se pusieron a observar las distintas pinturas rupestres que en las rocas estaban plasmadas. En ese instante Guardero añoró el momento en el que él realizó esas pinturas y, al derramar una lágrima sus pinturas cobraron vida.
Los tres amigos al ver tal hecho fantástico comenzaron a llorar de alegría.

Yaher Lavorich es Ganadora del certamen Evita Culturales en Río Gallegos y tiene 14 años.

Dibujos de Ema, vive en Lobería

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Foto: Susana Gómez

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Foto: Leo Tamini, Hernán Povedano