Conservar el planeta, un buen negocio

Hace unos 40 años, Paul y Anne Ehrlich nos presentaban una parábola en que una familia estaba por emprender un viaje en la Espacionave Tierra, su medio de transporte. En ese momento notan que hay un señor quitando remaches de una de las alas. Con sorpresa y desconfianza, le preguntan: “¿No cree usted que es muy peligroso quitar esos remaches?”. Y el señor les contesta: “No se preocupe, hace muchos años que lo venimos haciendo y nunca ha pasado nada, incluso los vendemos a 5 centavos por remache y es buen negocio”.

En la parábola, cada remache representa una especie viviente, un humedal, un bosque. La historia nos cuenta cómo el planeta se sigue debilitando y, aunque por el momento no nos hayamos estrellado, las predicciones basadas en reconocidos trabajos científicos indican primero que estamos comenzando a transitar la huella hacia un colapso de las sociedades humanas y segundo, que solo puede ser revertido con la generación de cambios sustanciales en nuestras formas de vivir, alimentarnos, vestirnos, viajar. En síntesis, en la forma en la que nos vinculamos con el planeta.

El proceso de deterioro, que puede parecer lento a nuestros ojos, para muchos es inexistente o incluso tremendista. La reciente película protagonizada por Leonardo DiCaprio (No miren arriba) satiriza esa negación y la inacción y el desinterés por parte de un gobierno ante la inminente catástrofe provocada por el choque de un meteorito contra la Tierra.

La crisis climática resulta hoy tan evidente que, aunque sigan existiendo negacionistas o personas mal informadas, numerosos gobiernos y empresas muestran cambios ambientales positivos, también exigidos por ciudadanos más conscientes del problema.

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